Opinión por César Pérez Vivas. La muerte del Papa Francisco ha desatado reacciones de admiración, duelo y también controversia. En redes sociales, algunos sectores lo etiquetan como “comunista” o “de izquierda”, una simplificación ideológica sin base en su pensamiento ni en su doctrina.
Estas etiquetas reducen un pontificado profundo a meros eslóganes. Revelan ignorancia sobre la crítica que Francisco hizo —de manera pública y reiterada— a los regímenes ideológicos, tanto de izquierda como de derecha.
Durante su visita a Paraguay, el 11 de julio de 2015, el Papa Francisco sentenció: “Las ideologías terminan mal, no sirven. Tienen una relación incompleta o enferma con el pueblo.” Estas palabras, pronunciadas en una homilía, desataron múltiples interpretaciones. Pero para quienes han seguido su pensamiento, reflejan una coherencia: su rechazo al autoritarismo venga de donde venga.
“Las ideologías terminaron en dictaduras. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo”, advirtió Francisco.
Sus declaraciones fueron contextualizadas por distintos analistas. En ese momento, el Papa acababa de visitar países gobernados por líderes populistas que instrumentalizaban la ideología para justificar el poder perpetuo. No era una condena a los valores ni a la doctrina política en abstracto. Era una alerta contra el dogmatismo disfrazado de revolución.
En América Latina, el llamado “Socialismo del Siglo XXI” se erige como un nuevo rostro de las viejas ideologías. Divide a la sociedad en “buenos” y “malos”, judicializa la política, y encarcela o exilia a los disidentes. Para Francisco, estos sistemas repiten el patrón del siglo XX: violaciones a derechos humanos, corrupción y pobreza institucionalizada.
“La corrupción es la polilla, es la gangrena de un pueblo”, expresó en otra oportunidad. “Ningún político puede cumplir su rol si está chantajeado.”
El Papa condenó tanto el nazismo como el estalinismo, llamando a construir una “civilización del amor” —término usado también por San Juan Pablo II— como alternativa al odio ideológico. No habló de vivir sin valores, sino de abandonar el uso político de las ideas para dominar al otro.
En su encíclica Laudato Si’, Francisco dejó en claro su visión integral: justicia social, cuidado de la creación, lucha contra la desigualdad, ética en la política. Su mensaje trasciende los mapas ideológicos. Apunta a la esencia del Evangelio: dignidad humana, misericordia y solidaridad.
Acusarlo de comunista es ignorar su condena al totalitarismo. Llamarlo de izquierda es minimizar su defensa de la vida, la libertad religiosa y el pluralismo. El Papa Francisco nunca militó en ideologías. Militó en la compasión.
Vía Gente de Hoy/ RCL Reportaje católico laico