Especial.- La brisa cálida de Caracas acariciaba las calles cuando José Gregorio Hernández, con su andar pausado y su maletín de médico de cuero desgastado por los años de incansable labor, se acercaba a una casa humilde de paredes de bahareque y techo de zinc, donde el aroma a café recién colado se mezclaba con el incienso de una vela encendida ante un altar improvisado. Dentro, una madre de manos callosas y mirada angustiada oraba en silencio por la salud de su hijo enfermo, cuyo pequeño cuerpo ardía de fiebre sobre un catre de madera.
No tenía dinero para pagarle, pero él, con su inquebrantable vocación de servicio, le aseguraba con una sonrisa serena: «Dios proveerá». Sacó su estetoscopio, tomó el pulso del niño con manos firmes y suaves a la vez, y recetó los remedios necesarios sin esperar nada a cambio, solo con la satisfacción de aliviar el sufrimiento ajeno. Hoy, esa misma fe que movía su corazón y guiaba sus pasos se ha convertido en un testimonio de santidad, un faro de esperanza para los creyentes que ven en su vida un ejemplo de amor desinteresado y entrega absoluta al prójimo.
Un reconocimiento esperado
El Papa Francisco ha autorizado la canonización del beato José Gregorio Hernández, según anunció la Santa Sede el 25 de febrero de 2025. La noticia, recibida con alegría por el pueblo venezolano, confirma el legado de un hombre que entregó su vida a la ciencia, la fe y el servicio a los más necesitados. La decisión del Pontífice se basó en los votos favorables de la Sesion Ordinaria de los Padres Cardenales y Obispos del Dicasterio para las Causas de los Santos.
El beato, conocido como «el médico de los pobres», se suma así a la lista de santos reconocidos por la Iglesia católica. Su figura es venerada no solo en Venezuela, sino en toda América Latina, donde su historia sigue inspirando a generaciones.
Un camino de fe y ciencia
Desde su infancia en Isnotú, estado Trujillo, José Gregorio demostró una profunda devoción religiosa y un amor genuino por el conocimiento. Se graduó como médico en la Universidad Central de Venezuela y perfeccionó sus estudios en París, donde se especializó en microbiología. Sin embargo, su mayor pasión no era la fama académica, sino el servicio a los más desfavorecidos. Su consultorio nunca tuvo una tarifa fija; atendía a los pobres sin pedir nada a cambio.
A lo largo de su vida, intentó ser sacerdote, pero su salud frágil le impidió completar la formación. Aun así, nunca abandonó su compromiso con Dios, integrando la fe y la medicina en un solo llamado. En 1919, falleció trágicamente tras ser atropellado en Caracas, pero su legado continúa vivo.
Un santo para nuestro tiempo
Monseñor Raúl Biord Castillo, Arzobispo de Caracas, destacó que la canonización de José Gregorio es un homenaje a su «vida ejemplar y a las virtudes heroicas de un hombre que dedicó su existencia a aliviar el sufrimiento humano y a transmitir un mensaje de amor y esperanza».
Con este reconocimiento, la Iglesia no solo exalta la figura de un laico comprometido con el Evangelio, sino que también ofrece un modelo de santidad accesible a todos: un hombre común, con lucha y sacrificio, que convirtió su profesión en un acto de amor incondicional.
Un mensaje para la humanidad
La canonización de José Gregorio Hernández es un recordatorio de que la santidad se encuentra en los actos cotidianos de bondad y entrega. Su vida nos invita a reflexionar: ¿De qué manera podemos poner nuestros talentos al servicio de los demás?
Su ejemplo sigue vivo en cada persona que ve la medicina como un acto de servicio, en cada familia que ora por un milagro y en cada ser humano que elige la compasión por encima de la indiferencia.
«La santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en hacer las cosas ordinarias con amor extraordinario» – San José María Escrivá.
Por: Daxy Oropeza @daxyoropeza
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