Opinión
Depurar la mente, es alcanzar la integralidad
En un mundo saturado de estímulos, cultivar pensamientos conscientes es una herramienta poderosa para alcanzar el equilibrio emocional, la claridad mental y el despertar espiritual.

Por: Lumhaniel.- El torrente incesante de información que nos envuelve en la era moderna se ha convertido, paradójicamente, en un obstáculo considerable para el desarrollo de nuestra conciencia. Vivimos inmersos en una cultura que sobrealimenta la mente con ruido, ansiedad y toxicidad emocional, desviándonos de las premisas reales del despertar de la conciencia, o lo que algunos vislumbran como la posibilidad de alcanzar la supraconciencia (quinta dimensión). Este atiborramiento mental, lejos de nutrir nuestra alma, la debilita, sembrando las semillas de la inquietud y la desconexión.
Las noticias negativas, de desastre, de caos, se erigen como espectros que acechan nuestra paz interior. El bombardeo constante de escenarios sombríos y predicciones apocalípticas genera una atmósfera de temor e incertidumbre que paraliza nuestra capacidad de vislumbrar un futuro más luminoso. A esta carga se suma la plaga de las comparaciones constantes, alimentadas por una cultura que glorifica la competencia y la posesión. Al medirnos incesantemente con los demás, diluimos nuestra energía vital, desviándonos del camino preciso que nos lleva a la verdadera liberación, un camino intrínseco y único para cada individuo.
Sin embargo, cambiar estas tendencias no es un privilegio de pocos; al contrario, es un derecho que tenemos todos. La capacidad de discernir y transformar nuestra realidad mental reside en el núcleo de nuestra existencia. No obstante, la brecha entre el derecho y su ejercicio se ensancha por la falta de voluntad para emprender este viaje introspectivo y reclamar las bendiciones que esto implica. Nos hemos acostumbrado a la comodidad de la reactividad, permitiendo que las circunstancias externas dicten nuestro estado interno.
La profunda verdad reside en que nuestros pensamientos no son inocentes. Son la arquitectura invisible que da forma a nuestra experiencia vital, determinando lo que sucede y lo que está por venir. Cada pensamiento puede construir o destruir, impulsarnos hacia la plenitud o hundirnos en la desesperación. Esta comprensión nos otorga una responsabilidad ineludible sobre el jardín de nuestra mente.
La analogía de la mente como un músculo resulta particularmente esclarecedora. Al igual que un músculo atrofiado por la inactividad, una mente descontrolada se convierte en nuestra propia carcelera, limitando nuestro potencial y perpetuando ciclos de sufrimiento. Pero, al igual que un músculo puede fortalecerse con entrenamiento constante, nuestra mente también puede ser entrenada para convertirse en nuestra aliada más poderosa.
Este entrenamiento requiere una disciplina continua y consciente. Consiste en dejar de alimentar nuestra mente con basura emocional, ese cúmulo de juicios, resentimientos y preocupaciones infundadas que solo sirven para envenenar nuestro presente. Implica discriminar y evaluar cada pensamiento que llega, cuestionando su validez y su contribución real a nuestro fortalecimiento. Debemos preguntarnos si ese pensamiento nos eleva o, por el contrario, nos arrastra hacia un precipicio de inseguridad e incertidumbre.
La analogía del veneno es contundente: así como no te tomarías un veneno, sabiendo que lo es, no deberías permitir pensamientos de culpa, miedo o autocompasión que erosionan tu bienestar. Se trata de un acto de autopreservación mental, de establecer límites firmes a la negatividad que intenta infiltrarse en nuestro santuario interior.
La alternativa radica en cultivar pensamientos fuertes, de paz, de nobleza, aquellos que resuenan con nuestra esencia más pura y nos devuelven el control de nosotros mismos. Este cultivo requiere atención constante, como un jardinero que riega las flores y arranca las malas hierbas. Al nutrir pensamientos constructivos, fortalecemos nuestra resiliencia emocional y abrimos la puerta a una percepción más clara y elevada de la realidad.
En última instancia, este proceso de purificación mental nos conecta con la sabiduría ancestral implícita en el viejo adagio: “no son las cosas las que nos perturban, sino la opinión que tenemos de ellas”. Al comprender que nuestra reacción ante los eventos externos está mediada por nuestros pensamientos y creencias, recuperamos nuestro poder. Dejamos de ser víctimas de las circunstancias para convertirnos en arquitectos conscientes de nuestra propia experiencia.
El camino hacia la supraconciencia no es un destino lejano reservado para unos pocos iluminados, sino un viaje interior que comienza con la decisión de silenciar el ruido mental y cultivar la serenidad. Al desarticular la sobrecarga tóxica que nos aprisiona, liberamos el potencial inherente en nuestra mente para trascender las limitaciones de la percepción ordinaria y vislumbrar las dimensiones más elevadas de la existencia. Este despertar no es un mero ideal, sino una posibilidad real que se despliega ante aquellos que tienen la voluntad de cultivar el silencio y la claridad en el jardín de su propia conciencia.
En base a lo antes expresado, les dejo estas cinco premisas que nos pueden ayudar en forma efectiva a depurar nuestros pensamientos:
- «Esto no tiene mi permiso para herirme»: Afirmo mi poder de decidir cómo me afectan los eventos, negándoles la autoridad para lastimarme intrínsecamente.
- «No controlo los eventos, pero sí mi interpretación de ellos»: Reconozco mi incapacidad de dirigir el mundo externo, pero abrazo la libertad de elegir cómo percibir y entender cada situación.
- «El caos no me define, mi respuesta sí»: Entiendo que la vida trae desorden, pero mi carácter se revela en la forma en que actúo y me mantengo firme ante la adversidad.
- «Donde está mi atención, está mi poder»: Dirijo mi mente con intención, sabiendo que mi energía y mi capacidad de influir en mi realidad se concentran en aquello a lo que presto atención.
- «Todo lo que pienso me construye o me destruye»: Soy consciente del impacto de mi diálogo interno, eligiendo cultivar pensamientos que me fortalezcan y me impulsen hacia adelante en lugar de debilitarme.
En síntesis, estas premisas me recuerdan mi capacidad inherente para protegerme emocionalmente, para moldear mi visión del mundo, para definirme a través de mi resiliencia, para enfocar mi energía con propósito y para construir una fortaleza mental a través de mis pensamientos.
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Lumhaniel: Psicoastrólogo, sanador energético integral, psicoterapeuta de familia y pareja, sanador con Archivos Akáshicos, escritor, cineasta, productor de radio y TV.
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