Opinión
¡Abajo Monagas, mueran los ladrones¡
José Tadeo Monagas buscó alianzas y salvó líderes liberales, pero su gobierno terminó en ruina. Un análisis de su década en el poder.
José Tadeo Monagas buscó alianzas y salvó líderes liberales, pero su gobierno terminó en ruina. Un análisis de su década en el poder.
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10 meses agoon
*Por: Rafael Simón Jiménez.- El decenio de gobierno nepotista de los hermanos Monagas (1847-1857) representará un tiempo de ruina económica y ejercicio arbitrario del poder. José Tadeo y José Gregorio eran distinguidos y meritorios miembros del procerato militar que forjó la independencia venezolana, y no les faltaban laureles o distinciones para considerarse en aquella Venezuela de caudillos y guerras intestinas con capacidad para desempeñar la Presidencia de la República.
En el caso de José Tadeo, no habían sido afortunadas sus posiciones políticas ni militares luego de la separación de Venezuela de la Gran Colombia, pues en 1831 y 1835 había acaudillado sendas rebeliones contra el poder constituido, que terminaron siendo derrotadas por un José Antonio Páez que se mostró indulgente y magnánimo a la hora de la victoria, ya que les respetó propiedades, grados e incluso su propia libertad.
Insólitamente, José Tadeo Monagas llegaría a la Presidencia de la República de la mano de quien lo había vencido en dos oportunidades, pues Páez, amo absoluto del poder, decidió, desafiando la lógica, escogerlo como sucesor, a pesar de que todos sus allegados le habían advertido sobre lo insensato de tal selección. Páez creyó que en el gobierno su nominado sería un instrumento obediente de sus designios y que seguiría a pie juntillas sus instrucciones. Sin embargo, la sorpresa y el descalabro serían graves para el fundador de la República, pues al encumbrarse en el poder, el nuevo mandatario inició un viraje que pronto lo colocaría en confrontación con su antecesor, quien iría a parar a la cárcel y al exilio, viendo eclipsada su influencia política.
Deslindado de los conservadores que lo habían llevado al poder, José Tadeo Monagas buscará una alianza con los proscritos liberales, cuyo líder máximo, Antonio Leocadio Guzmán, se encuentra detenido y en capilla ardiente, pues condenado a muerte por sedición, esperaba la ejecución de la sentencia. La voltereta del nuevo mandatario no solo salvará al líder liberal del cadalso, sino que, luego de la conmutación de la pena y de un corto exilio, volverá al país para ocupar nada menos que la vicepresidencia de la República al lado de Monagas.
Sin embargo, los cálculos políticos de Guzmán tampoco le saldrán bien, pues este piensa que, terminado el periodo presidencial, Monagas lo escogerá como su sucesor, lo cual constituía un sueño. El jefe oriental, para mantener el poder seguro, selecciona como su candidato a su hermano José Gregorio, quien pasará a la historia como el libertador de los esclavos. La frustración de Guzmán al no ver realizado su objetivo lo distanciará del gobierno de los Monagas, más aún cuando José Gregorio le devuelve el poder a José Tadeo, y este, para evitar esas fastidiosas alternancias, decide modificar la constitución para ampliar a seis años el periodo presidencial y permitir la reelección indefinida, con lo que aspiraba a perpetuarse en el mando.
Los desafueros, las corruptelas y el caos económico que propician los gobiernos de los hermanos Monagas terminarán cansando a todo el mundo, por lo que liberales y conservadores, adversarios irreconciliables, deciden paralizar sus pugnas y unirse para poner término al desgobierno. El alzamiento contra el régimen de José Tadeo lo encabeza el jefe de la plaza militar de Carabobo, general Julián Castro, quien avanza sobre Caracas sin que el presidente y su entorno logren vertebrar reacción militar alguna en defensa de su gobierno.
Desmoronado el aparentemente inconmovible poder de los Monagas, el presidente, para salvar el pellejo, decide pedir asilo en la legación francesa de Caracas, donde el embajador galo le brinda protección. A las puertas de la sede diplomática se agolpa una manifestación de desafectos del presidente caído que le gritan improperios. Desde el interior de la residencia, Monagas observa cómo entre los manifestantes sobresale una figura montada en un caballo blanco que grita con fuerza: «¡Abajo Monagas, mueran los ladrones!» El depuesto mandatario reconoce a Antonio Guzmán Blanco y recuerda cuando no solo le salvó la vida, sino que posteriormente lo designó ministro y luego vicepresidente de su primera gestión. Monagas debió entonces comprender lo efímero del poder y cómo, al perderlo, el viejo servidor y adulador se transforma en el más fiero detractor.
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano
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