Reportajes Especiales
El libro rojo
La historia política de Venezuela, marcada por las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, sigue influyendo en la política actual. Este artículo analiza sus efectos en la lucha por la democracia.
Por: Rafael Simón Jiménez.- El hecho de que Venezuela viviera durante los primeros treinta y cinco años del siglo XX, sometida a las primitivas dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, constituyó sin duda alguna un atraso y un rezago para su incorporación a los grandes procesos políticos, ideológicos, científicos y culturales que sacuden a la humanidad en ese largo tiempo. El miedo, la pasividad, el silencio, inducidos por la brutal represión dictatorial, no impidieron, sin embargo, que por los intersticios de una severa censura se filtraran ideas en boga en el mundo, entre otras, el marxismo, cuya notoriedad era relevante desde el triunfo de la Revolución soviética en 1917.
El ministro del interior de la tiranía y filósofo del despotismo lugareño, Dr. Pedro Manuel Arcaya, había advertido a Gómez sobre la eventualidad de que en Venezuela pudieran prender las doctrinas comunistas, consideradas disociadoras y amenazantes. Su advertencia cobró pertinencia cuando, en febrero de 1928, los jóvenes estudiantes universitarios protagonizaron una jornada que marcó la insurgencia de una generación que, cargada de rebeldía y ansias de libertad, asume públicamente la lucha contra la dictadura. Esos sucesos determinarán que se promueva una reforma constitucional a la que se incorpora el denominado inciso sexto del Artículo 32, que considera como traidores a la patria y sanciona con penas draconianas a quienes profesen ideologías totalitarias como el anarquismo y el comunismo.
La diáspora del exilio que motiva la represión desatada luego de la fracasada insurgencia de febrero y abril de 1928 inducirá a muchos de los jóvenes estudiantes que huyen de Venezuela a adherir al marxismo como método de interpretación de la realidad y como militancia política, y a buscar la conformación de movimientos que, bajo el signo de esas doctrinas políticas, busquen respuestas a la realidad venezolana. El Partido de la Revolución Venezolana (PRV), que desde México organiza Gustavo Machado, Salvador de la Plaza y Carlos León, y la Asociación Revolucionaria de Izquierdas (ARDI), que desde Barranquilla promueven Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, entre otros, figurarán entre esos primeros movimientos que no disimulan su credo marxista.
Muerto Gómez en diciembre de 1935, regresan al país los exiliados y se abren las cárceles a los presos políticos, comenzando un proceso de organización y movilización que irá determinando deslindes, reagrupamientos y rupturas políticas dentro de las llamadas fuerzas progresistas. Vigente la prohibición de actividades comunistas por mandato constitucional, la mayoría de los líderes tiene que disfrazar sus verdaderas inspiraciones, negándose a admitir sus convicciones marxistas, so pena de ser enjuiciados por violar la previsión de la carta fundamental. Cuando la confrontación con el gobierno del general Eleazar López Contreras y con los sectores sobrevivientes del gomecismo se agudiza, el régimen endosa el rótulo de comunistas a todos los que se le oponen, iniciándose una auténtica cacería de brujas, donde cargan con el calificativo de marxistas los que eran y los que no lo eran.
En ese contexto de estigmatizar a sus adversarios ubicados en el campo de las fuerzas de izquierda, el gobierno publica el llamado “Libro Rojo”, que con el subtítulo de “La verdad de las actividades comunistas en Venezuela” pretende desenmascarar la militancia que han tenido en el exilio los dirigentes democráticos. El libro está conformado en lo fundamental con los archivos que espías del gobierno gomecista logran incautar al entonces estudiante Raúl Leoni en su habitación del hotel Palace de Barranquilla, y además por investigaciones realizadas por la dictadura en cárceles y centros de reunión. La publicación del libro ROJO causa un golpe de opinión, porque enseguida el diario “La Esfera”, de conocida filiación reaccionaria, lo inserta por entregas diarias bajo el título de “¿Hay o no hay comunistas en Venezuela?”, instigando al gobierno a tomar medidas contra los comunistas que pretenden presentarse como demócratas.
El 18 de octubre de 1945, cuando el golpe coaligado de militares facciosos y dirigentes de AD encabezados por Rómulo Betancourt derroca al gobierno del general Isaías Medina Angarita, en los sótanos del palacio de Miraflores son encontrados arrumados miles de libros Rojos, lo que da fe de la cuantiosa inversión hecha por el gobierno de López Contreras para descalificar con el cliché de comunista a la dirigencia democrática que se le oponía.
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano