Opinión
Romulo Betancourt, Miguel Otero Silva, y el cuento de la Caperucita Roja
En marzo de 1944, el enfrentamiento entre Rómulo Betancourt, líder de Acción Democrática, y Miguel Otero Silva, redactor de El Nacional, acaparó la atención pública. La polémica, llena de ironías y acusaciones, refleja profundas divisiones ideológicas en Venezuela.
Por: Rafael Simón Jiménez.- A finales del mes de marzo de 1.944, Rómulo Betancourt, líder fundador de Acción Democrática, y Miguel Otero Silva , ya reconocido intelectual, militante marxista y redactor jefe del diario El Nacional, protagonizaron una dura y prolongada polémica, que durante días sucesivos acaparo la atención de numerosos lectores, y donde junto a lo sustantivo y conceptual del debate, no se ahorraron ironías, sátiras, acusaciones y mutuas descalificaciones, que se fueron intensificando en el curso de las replicas y contrarréplicas sostenidas por los dos reconocidos periodistas y hombres públicos.
Betancourt y Otero Silva, habían sido entrañables amigos y compañeros de estudios, desde los tiempos de su primera juventud, juntos participaron en las memorables jornadas de febrero y abril de 1.928, que sacudirían a la ya longeva dictadura gomecista y marcarían impronta con la irrupción de una nueva generación, que jugaría papel fundamental en el devenir venezolano. Sin embargo los escabrosos caminos de la política, los alejarían progresivamente hasta llevarlos a rupturas y posiciones irreconciliables, pues mientras Betancourt desde su sarampión juvenil marxista inicia un giro copernicano hacia posiciones moderadas, reformistas y conciliadoras, Otero Silva se mantiene por aquellos años fiel al credo comunista, colocándose en antípodas ideológicas.
En marzo de 1.944, se realizo en Caracas, una Convención Sindical, a la que concurrían delegados de distintas organizaciones obreras, y la cual fue instalada por el líder de los trabajadores mejicanos Vicente Lombardo Toledano. El evento obrero debía elegir la nueva directiva Nacional Sindical, cuya mayoría se disputaban los dirigentes comunistas, agrupados en las organizaciones de fachada (Unión Popular y Unión Municipal) que les permitían evadir la prohibición expresa del inciso 6° del articulo 32 de la Constitución Nacional, que proscribía la ideología comunista, y los militantes de AD, el partido fundado por Rómulo Betancourt, quienes al hacerse una revisión de la correlación de fuerzas existentes en la convención, aparecían en minoría frente al predominio de los delegados marxistas.
Los dirigentes de AD, con el líder agrario Ramón Quijada como vocero, pretendieron forzar – pese a ser minoría- una integración paritaria en el Comité Ejecutivo de la central Obrera, lo que dio lugar a un debate que se hizo apasionado y altisonante, y en medio del cual el dirigente obrero comunista Juvenal Marcano, se atrevió – desafiando u olvidándose de la prohibición constitucional- a proclamar a viva voz que la mayoría de los delegados eran militantes de esa ideología y reivindicaban el derecho a hacerla valer en la nueva dirección.
Las palabras de Marcano, fueron aprovechadas por los dirigentes de AD para retirarse de la convención, y llevar la polémica a la opinión publica. El gobierno del Presidente Isaías Medina Angarita, ante el revuelo causado por la declaración del bisoño sindicalista Marcano, y pese a su connivencia, tolerancia y alianzas con los marxistas criollos, no le quedo mas remedio –frente a presiones políticas y militares- que hacer cumplir la previsión constitucional y declarar ilegales y disueltas a las federaciones y organizaciones sindicales que participaron en el evento obrero.
El enfrentamiento entre sindicalistas comunistas y adecos, y la medida oficial de prohibición de funcionamiento a las organizaciones obreras involucradas, hizo que ardiera Troya, pues los comunistas, seguidores incondicionales del gobierno del general Medina, evadieron la denuncia y confrontación con el ejecutivo y se lanzaron en ataques y acusaciones contra Ramón Quijada, Acción Democrática y Rómulo Betancourt a quienes calificaron de provocadores, divisionistas, y delatores, haciendo recaer sobre ellos toda la culpa por la medida punitiva contra el movimiento laboral.
Miguel Otero Silva, quien desde 1.931, había sostenido diversos contradictorios con Betancourt, a quien llego a bautizar desde las paginas del semanario humorístico El Morrocoy Azul, como el «Napoleón de Guatire», abrió fuegos contra el líder de AD , en la edición de El Nacional del 26 de marzo de 1.944, donde en un articulo titulado Ante la Disolución de los Sindicatos, sin nombrar directamente a su antiguo amigo y compañero de luchas juveniles, hace un recuento de los hechos que habían provocado la medida gubernamental , y acusa a los militantes de ese partido de trazar una “… línea divisionista del movimiento sindical, obedeciendo a posiciones sectarias y excluyentes, de un sector influyente de su dirección.”
En la edición del Diario El País, vocero de Acción Democrática, del siguiente día 27 de marzo de 1.944, Rómulo Betancourt , recoge el guante ante las acusaciones lanzadas por Otero Silva, dando inicio a un cruce de opiniones que irán subiendo de tono al calor de la polémica, bajo el titulo de Replica a Otero Silva, donde colocándose aun en el plano del debate de altura, desarrolla una argumentación tendiente a refutar las acusaciones, del redactor-jefe del diario El Nacional, en relación a las eventuales responsabilidades de los dirigentes de su partido en los hechos que culminan con la disolución de las organizaciones obreras medida que el dice repudiar.
Ni Otero, Ni Betancourt, estaban dispuestos a dejar el debate a medio camino. El 28 de marzo de 1.944, en el Nacional, vuelve a la carga y esta vez en un articulo que el titula Dividir No Es Ubicarse, alude por primera vez en forma directa a su contendiente, calificándolo como “uno de los jefes más sectarios e intransigentes de Acción Democrática “y lo acusa de haber propiciado la división de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV), del movimiento juvenil y ahora proponerse lo mismo con el sector sindical.
Rómulo Betancourt, ahora destinatario directo de las acusaciones de Otero Silva, se resiente de los señalamientos, y pasa a la ofensiva el 29 de marzo de 1.944, bajo el titulo de REPLICA A OTERO SILVA, inserto en el diario El País, comienza su articulo calificando al periódico El Nacional, como “paradójicamente proletario y millonario “aludiendo al credo marxista de su redactor jefe y a la fortuna de su padre, el editor Henrique Otero Vizcarrondo. Betancourt pretende explicar su trayectoria política refiriendo su marxismo juvenil, su militancia en el Partido comunista de Costa Rica y luego las divergencias y rupturas con ese credo ideológico, pero manteniendo fidelidad al ideario popular, en velada acusación a MOS afirma “…soy hombre sin mas dinero, que el precario sueldo de periodista, algo fundamentalmente distinto a los poetas rojos, terribles revolucionarios con carnet comunista quienes escriben poemas incendiarios para ser recitados en veladas proletarias y salen de allí a disfrutar de burguesa vida sibarita, gracias al regalo que les hizo la vida de millones amasados con sabor de injusticias.
Abierta la espita del agravio personal, Otero Silva, replica a Betancourt el 30 de marzo de 1.944, en lo que denomina HACIA EL FINAL DE UNA POLEMICA, allí acusa a su otrora compañero de aventuras juveniles revolucionarias , de querer “ …sustituir el argumento con la injuria, la razón con el agravio, y la palabra con el chillido “, y precisa lo que califica como las inconsecuencias de Rómulo Betancourt, pasando revista a su trayectoria política, desde sus tempranos días de furibundo marxista- leninista, sus posiciones radicales e intransigentes en el Partido Comunista de Costa Rica, y luego sus volteretas y reacomodos, en ayuda de sus argumentos, Otero Silva reproduce la opinión de Arnoldo Ferrero, compañero de militancia de Betancourt en el partido comunista centroamericano, quien lo enjuicia “La trayectoria seguida por Rómulo, es genuinamente la seguida por todos los modernos traidores del movimiento revolucionario, durante los años en que milito en nuestro partido en Costa Rica, represento la tendencia mas intransigente y la mas sectaria…”
Prendida la mecha, de las mutuas acusaciones y descalificaciones, Correspondía el turno a Betancourt, quien no se hizo esperar, y el día 31 de marzo de 1.944, vuelve al ataque, bajo el titulo de HACIA EL COMIENZO DE UNA POLEMICA (III replica a Otero Silva) y luego de repetir los argumentos para exculpar a su partido por los hechos que generaron la disolución de los sindicatos y federaciones obreras, pasa a replicar las acusaciones de MOS sobre sus vaivenes políticos, enrostrandole “ …En cuanto a la lealtad de Otero Silva a los principios filosóficos del comunismo no la pongo en duda. Es fácil ser leal a una filosofía de justicia social y transgredirla en la práctica. Eso es tan viejo como las escrituras en las cuales los fariseos aparecen rasgándose la túnica y llenándose de cenizas las frentes cuando se atenta contra la filosofía de una practica religiosa por ellos incumplida a conciencia. Porque no solo es el dinero de su padre el que usufructúa el poeta proletario, sino su propio dinero…”.
En lo que parecía derivar hacia una polémica interminable, Miguel Otero Silva, replica al líder fundador de AD, el 2 de abril de 1.944, en un articulo titulado ARMAS A LA REACCION, donde herido por las continuas alusiones de su contendiente a la fortuna de su padre y a la suya, comienza conjeturando maliciosamente al expresar “…algunas personas bien intencionadas o mal intencionadas se acercaron a mi para suministrarme datos de la vida privada, del modus vivendi, de los ingresos y egresos de Rómulo Betancourt, Alberto López Gallegos y otros dirigentes de Acción Democrática, que contra mi se han lanzado en esta semana. Toda esa documentación fue rechazada categóricamente, sin detenerme a investigar si se apoyaba en hechos reales o falsedades, porque como asenté desde el comienzos de mis artículos no estoy escribiendo para trabarme en una contienda de denuestos personales, sino para analizar hechos políticos”. En su escrito Otero Silva insiste en recordar a Betancourt sus volteretas políticas y su responsabilidad en la división del movimiento estudiantil, popular y sindical.
Betancourt, trato de ir poniendo termino a un debate periodístico donde cada vez se ahorraban menos acusaciones y descalificaciones, y el titulo de su cuarto articulo lo denomino EL CUENTO DEL GALLO PELON….( IV replica a Otero Silva ) en alusión a lo fastidioso y cansón en que a su juicio se tornaba el intercambio de dimes y diretes , y lo comenzaba señalando “Esta polémica con Otero Silva – que el provoco con su articulo publicado en “El Nacional “ el 26 de marzo pasado – ya se esta haciendo fastidioso. Es casi el “viaje alrededor de mi cuarto “de Joseph Maestre, o el cuento infantil del gallo pelón.”. En su contradictorio con MOS, el líder de AD, comienza rechazando sus conjeturas maliciosas sobre los ingresos y modo de vida suyo y de sus compañeros de partido, y de seguidas se explaya en argumentos para de nuevo justificar sus cambios políticos y su oposición a las posturas doctrinarias marxistas y a los virajes de la política exterior de la Unión Soviética a la que siguen incondicionalmente los comunistas, concluye señalando “ … Es todo lo que por hoy puedo agregar a esta nueva versión del cuento del “gallo pelón “.
Derivar la controversia hacia los campos de la sorna y el humor hiriente, dándole a las disquisiciones de Otero Silva connotación de repetitivas, fastidiosas y cansonas, propias del conocido “cuento del gallo pelón “, fue un evidente error de Rómulo Betancourt, pues su rival, era desde muy joven experimentado y lucido practicante de este genero, por lo que no desaprovecho la oportunidad brindada en bandeja de plata, para replicarle el 5 de abril de 1.944, en un articulo que bajo el titulo EL CUENTO DE LA CAPERUCITA ROJA , inserto en su periódico El Nacional, y en la que echando mano a un humorismo morrocoyuno (por el morrocoy azul )explicaba los virajes políticos, las infidelidades ideológicas, y las transmutaciones conceptuales del fundador de AD , utilizando el reconocido cuento infantil de la caperucita Roja.
El relato de MOS, equiparaba a su contendor, con la “caperucita Roja “, y narraba sus peripecias, veamos “No era rojo caperucita cuando llego a Costa Rica, en busca de pan y miel para la abuela enferma, su color oscilaba entre el azul ingenuo de los estudiantes proscritos y el amarillo candoroso de las ideas liberales. Pero enfermizo es el efecto de las filosofías extrañas sobre los espíritus adolescentes, Y así , aun cuando caperucita ya era un bachiller de veinticinco años y con una barriguita de rentista, sobre la inocencia de su piel comenzaron a despuntar extrañas manchas encarnadas. El libro de Marx le arrebolo las mejillas, una carta de Engels le tiño de carmesí las manos y un discurso de Lenin le inflamo de escarlata el corazón. Fue necesario llamar al doctor Ferreto.
El redactor – jefe del diario El Nacional, quien desde los días de su entrañable amistad siempre gozo haciéndole bromas pesadas a Betancourt, tiene que haber disfrutado dando rienda al cuento, donde lo equiparaba a la caperucita “…. – Sarampión juvenil de tercer grado – diagnostico el galeno – aberración prematura con tendencias repentinas a la revolución. – Sin cuentagotas, doctor, sin cuentagotas – chillo el paciente entusiasmado – y de nada valieron calmantes, bolsas de agua caliente y lecturas del catecismo de Ripalda. La epidermis de caperucita expreso todas las tonalidades del bermejo color: desde el grana tierno de los claveles, hasta la púrpura profunda de las malas heridas.
Miguel Otero Silva, en su ejercicio de incisivo humorismo, explicaba los cambios políticos de Betancourt, luego de su regreso a Venezuela en 1.936, animándolo en las aventuras de Caperucita “….Caperucita fue arrojado una tarde del bosque por el viejo guardián de las instituciones. Pero esta vez con la mirada puesta en el futuro. Caperucita aprovecho su trashumación para desteñirse en las fuentes reformistas de Sur América, inimitable tintorería del espíritu. El socialista chileno Snacke le ofrendo el jabón, y el aprista peruano Haya de la Torre dejo caer sobre su cabeza el agua ególatra y exclusivista del aprismo. Y así metamorfoseado presentose de nuevo en el bosque, ataviado de tan abigarrados tintes que más que caperucita parecía un arco iris. “
Betancourt, al leer lo que seria el artículo que pondría fin a una cada vez mas áspera controversia, debió sentir que su homologación con la caperucita Roja en el relato de Otero, había sido peor que todo lo que este le había enrostrado en lenguaje serio, pues el implacable MOS se extendía en el cuento “….Caperucita no venia esta vez a que lo espantara el lobo. Su más tesonera labor consistía en demostrar que ya no tenían sus pensamientos el horrible color de antaño. Y para lograrlo, entro chillando en el rebaño desbandando las ovejas por montes y quebradas, y logro que Luis Jerónimo Pietri ganara las elecciones. A incitación suya quedo partido a hachazos el árbol de la FEV, se marcharon los jóvenes por caminos distintos. Y una consigna nacida de sus manos dividió los sindicatos en bandadas opuestas, cual pájaros dispersos por el disparo del cazador.”
El cuento de la Caperucita Roja, alargado intencionalmente por MOS, para prolongar la burla a Betancourt, culminaba con un ultimo acto, que describía “hasta que llego la escena final de los caperucitas. Y en esta ocasión fue aquella en que el viejo lobo asombrado ante la fiereza de caperucita para con sus antiguos compañeros, y ante el desmesurado crecimiento de sus armas de combate, le observo:
– Caperucita ¡ que lengua tan larga tienes ¡
– Es para insultarte mejor.
– Caperucita…¡ que uñas tan afiladas tienes¡
– Es para arañarlos mejor …
– Caperucita…¡ que dientes tan grandes tienes¡
– Es para tragármelos mejor.
En vista de lo cual. El lobo le abrió los brazos fraternales a caperucita y les reprodujo los artículos.”.
La polémica publica, tocaba a su fin. Luego del cuento de la Caperucita Roja, Rómulo Betancourt prefirió poner término a un toma y dame, que había sido llevada a un terreno donde evidentemente llevaba las de perder.
