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Opinión

Santander y la noche septembrina

La Noche Septembrina marcó un antes y un después en la vida del Libertador Simón Bolívar. Una conspiración encabezada por seguidores de Francisco de Paula Santander casi termina en magnicidio y revela las fracturas internas de la Gran Colombia.

Gente de Hoy

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Simón Bolívar y Manuelita Sáenz: protagonistas de la Noche Septembrina, episodio que puso en jaque la Gran Colombia en 1828.
Atentado contra Simón Bolívar en Bogotá

Por: Rafael Simón Jiménez.- La visión estratégica del Libertador Simón Bolívar, genial en lo político y militar, fue determinante para sellar no solo la independencia de Venezuela y Colombia, sino para asegurar el fin de la dominación colonial en el resto del continente, al concebir la llamada campaña del Sur como una manera de garantizar que desde el poderoso virreinato del Perú no pudieran los españoles intentar una iniciativa que pusiera en peligro la libertad alcanzada a sangre y fuego en la Gran Colombia.

Sin embargo, los años que Bolívar consagra a la dificultosa lucha militar en Ecuador, Perú y lo que hoy es Bolivia lo imposibilitan del cumplimiento de sus funciones de gobernante en Bogotá y de la posibilidad, a través del ejercicio directo de la autoridad y el mando, de consolidar el incipiente proyecto grancolombiano que tenía grandes enemigos a uno y otro lado de la frontera.

Bolívar, en un error que será fatal para su ideario y proyecto integrador, escoge como su segundo al frente del gobierno al general granadino Francisco de Paula Santander, que, pese a carecer de distinciones militares, demostraba conocimiento y destreza en el orden jurídico y administrativo, lo que hizo al Libertador preferirlo por encima de otros colombianos de mayores sacrificios patriotas como Nariño o Zea.

La correspondencia entre Bolívar, al frente de las hostilidades en Ecuador y Perú, y su segundo, que ha quedado al mando político en la capital de la Gran Colombia, muestra un cambio progresivo de tono que pone de manifiesto discrepancias tanto en lo relativo a la asistencia y avituallamiento del ejército colombiano, que cumple funciones libertarias en el sur, como referido a la marcha misma de los asuntos de Estado, lo que marca una ruptura que se hará irreversible. Bolívar, sorprendido y apenado por el grave conflicto que amenaza con desbaratar la integración colombo-venezolana, regresa a Bogotá y luego marcha a Caracas para tratar de meter en cintura al general José Antonio Páez, quien, provocado deliberadamente por Santander, desconoce al gobierno de la unión y amenaza con una ruptura definitiva.

En Colombia, pese al miedo y respeto que despierta la figura del Libertador, los complotados en su contra, que se reúnen en torno al vicepresidente, han ganado terreno y desatan una campaña de calumnias e infamias en su contra y, además, se organizan para confrontarlo en el terreno político.

El fracaso de la convención de Ocaña y las medidas autoritarias que Bolívar tiene que tomar in extremis para tratar de salvar la naciente República radicalizan aún más el ambiente y crean condiciones para una acción violenta.

Sacado de la segunda posición de la República, el Libertador, en un gesto magnánimo, ofrece a Santander la legación de la Gran Colombia en Estados Unidos como una manera de preservarlo y alejarlo del centro de las controversias. Este, a pesar de que acepta la designación, se mantiene como figura señera de un grupo de sediciosos, que, habiendo agotado sus maniobras en el campo político, se decide a atentar contra la vida del Libertador.

El general Santander está al tanto de toda la planificación del magnicidio y, en un gesto que demuestra su talante, les pide a sus compañeros de aventura que lo consumen luego de que él haya salido de Colombia como enviado plenipotenciario para evitar las consecuencias si el acto criminal se devela o falla.

Urgidos de no prolongar más una situación de la que el Libertador obtenía cada día más ventajas en ejercicio del gobierno efectivo, la noche del 25 de septiembre de 1828, bajo la creencia de estar delatados, los conspiradores deciden adelantar su atentado. El grupo de acción directa lo integran Pedro Carujo, Pedro Celestino Azuero, Juan Miguel y Joaquín Acevedo, Ezequiel Rojas, Mariano Ospina, Hormet, entre otros, a pesar de que los cerebros del complot son Vargas Tejada y Florentino González, muy allegados a Santander y quienes lo mantienen al tanto de los acontecimientos.

El golpe de mano fracasa cuando una valiente y oportuna Manuelita Sáenz, que comparte esa noche alcoba con Bolívar, lo conmina a escapar por una ventana que da a la calle en cuanto se escuchan los primeros gritos y pistoletazos, y luego se enfrenta a los asesinos, facilitando la huida del Libertador y poniéndolo a salvo de una muerte segura. Los magnicidas, al conocer que su objetivo ha escapado, huyen en desbandada, mientras Bolívar se resguarda bajo el puente del Carmen, esperando el clarear de la mañana y la iniciativa de tropas leales que pronto capturaron uno a uno a los comprometidos.

El tribunal militar constituido para juzgar a los asesinos frustrados decretó el fusilamiento de 14 de los comprometidos. A otros que resultaron igualmente condenados a muerte, como Francisco de Paula Santander, se les conmutó la pena por la destitución de su condición de general y el extrañamiento del territorio colombiano. Bolívar, que aceptó el dictamen conmutatorio de su consejo de ministros, expresaría tiempo más tarde al juzgar las consecuencias de la medida: “Yo he conservado el título de magnánimo y la patria se ha perdido”.

Francisco de Paula Santander

Francisco de Paula Santander

*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano

El mito de Santander

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