Connect with us

Opinión

¡Que se vaya Kennedy… y se quede Jacqueline!

Entre protestas contra el “imperialismo yanqui” y el glamour de Jacqueline, Caracas vivió una jornada histórica que reflejó la guerra fría en América Latina.

Gente de Hoy

Published

on

John F. Kennedy y Jacqueline Bouvier durante su visita a Caracas en diciembre de 1961, entre protestas y expresiones de simpatía popular.
visita de John F. Kennedy a Venezuela.

Por: Rafael Simón Jiménez.- La década de los años 60 del siglo XX constituyó un tiempo de convulsión en Venezuela, América Latina y el mundo. La naciente democracia venezolana, presidida por Rómulo Betancourt, vivió “peligrosamente” bajo la acechanza de grupos subversivos de izquierda y de derecha que pretendían imponer modelos contrarios al régimen de libertades conquistado por los ciudadanos tras el derrocamiento de la dictadura perezjimenista.

El 1º de enero de 1959, el continente se conmovió con la victoria del ejército rebelde encabezado por Fidel Castro, que había combatido durante meses a la tiranía de Fulgencio Batista. El giro radical, y sobre todo la fuerte confrontación y ruptura que los nuevos gobernantes de Cuba emprendieron contra Estados Unidos, despertó una ola de simpatías en una región donde los gobiernos estadounidenses habían apuntalado a dictadores y sátrapas con la justificación de la lucha contra el comunismo.

Pronto, el esquema guerrillero de Castro contaminó a la izquierda latinoamericana, que, de manera mecánica e ignorando las particularidades de cada país, pretendió emular sus éxitos. En Venezuela, el Partido Comunista y el naciente Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se adhirieron a la línea insurreccional y aprobaron la vía armada como la idónea para la conquista del poder, iniciando acciones violentas urbanas y rurales con el fin de derrocar al gobierno de Betancourt.

Mientras tanto, en Estados Unidos también soplaban vientos de cambio. Un líder joven y carismático, el senador John F. Kennedy, logró imponerse sobre el vicepresidente Richard Nixon, poniendo fin al predominio republicano y marcando un estilo renovado que alimentó las esperanzas de una nueva conducción de la primera potencia mundial. Además de sus virtudes personales, sobresalía entre los valores agregados del nuevo mandatario la figura de su joven y bella esposa, Jacqueline Bouvier, quien pronto impondría un glamuroso estilo que también marcaría época.

Con Cuba declarada comunista, el Caribe y América Latina pasaron a ser escenario de la confrontación bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética. La fracasada invasión de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles tensaron las relaciones hemisféricas y culminaron con la exclusión de Cuba del sistema interamericano. Acosado por la izquierda insurreccional, el gobierno de Betancourt se alineó con el bloque occidental y proestadounidense. Pronto surgió entre el joven mandatario estadounidense y el ya curtido presidente venezolano una empatía y comunión de intereses que colocó a Venezuela al frente de la ofensiva contra las pretensiones de la Cuba comunista o de la República Dominicana de Rafael “Chapita” Trujillo de exportar sus modelos a otros países de la región.

Dentro de ese engranaje continental de lucha contra el comunismo, la administración Kennedy postuló la Alianza para el Progreso como base de una nueva relación hemisférica y como estrategia para contener y derrotar la insurrección comunista. En testimonio de su admiración e identificación con Betancourt, el presidente norteamericano programó una visita a Venezuela en el contexto de la convulsión que se vivía en el país.

El 16 de diciembre de 1961, arribó a Venezuela el joven mandatario acompañado de su bella esposa, cuyo estilo, modo de vestir y desbordante simpatía habían cautivado al mundo. Al anunciarse la visita, los factores de la izquierda insurreccional desataron una embestida propagandística y agitativa tendiente a repudiar la presencia en suelo venezolano del jefe del “imperialismo yanqui”. Las paredes de Caracas se llenaron de pintas que proclamaban: “¡Fuera Kennedy!”, “¡Vete, Kennedy!”, “¡Que se vaya Kennedy!”, a las que los infaltables cultores del humor popular complementaron con una expresión que, luego de varios puntos suspensivos, señalaba: “…pero que se quede Jacqueline”. Con ello se insinuaba que tan espectacular dama no debía involucrarse en el repudio que podía despertar su polémico esposo.

En Venezuela, Betancourt, reforzando su alianza con Estados Unidos, logró derrotar a la subversión promovida, avituallada y financiada por su archienemigo Fidel Castro, que pretendía derrocarlo. La muerte de Kennedy, casi dos años después en Dallas, frustró las esperanzas que el pueblo norteamericano había depositado en su nuevo mandatario. Se rompió lo que en su momento se llamó el mito de Camelot, al que contribuyeron el talento y la juventud del asesinado presidente, así como la belleza y el impacto de Jacqueline.

*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano

El 14 de febrero de 1936

Apoye el periodismo independiente aquí: https://www.gentedehoy.com/donacion/ Bienvenido a Gente de Hoy, su fuente confiable de noticias con propósito. Exploramos lo político, económico, el entretenimiento y descubrimientos científicos, proporcionando análisis profundo respaldado por profesionales comprometidos con la verdad. Únase a nuestro viaje informativo, donde la credibilidad, inmediatez y diversidad son fundamentales. Apoye el periodismo independiente, esencial para asegurar noticias relevantes. Desde 2015, Gente de Hoy ha liderado el periodismo digital en español. Valoramos su colaboración para mantenernos y servir a nuestra comunidad. Su apoyo es crucial para una prensa libre y confiable. Contribuya a nuestra misión para seguir ofreciendo un periodismo íntegro. ¡Gracias por ser parte de Gente de Hoy!