Opinión
El 14 de febrero de 1936
Una multitudinaria protesta popular marcó el inicio del fin de la dictadura gomecista y exigió libertades democráticas en Venezuela.
Por: Rafael Simón Jiménez.- Tenido como el día en que por vez primera el pueblo venezolano tomó las calles para expresar multitudinariamente su repudio al despotismo y la tiranía, el 14 de febrero de 1936 marca un momento excepcional dentro de la vertiginosa dinámica que se abre en el país luego de la muerte del longevo dictador Juan Vicente Gómez, solo dos meses antes, y que estará marcada por la apertura liberal que promueve su heredero y sucesor, Eleazar López Contreras.
Venezuela había sido acallada durante más de 35 años de férreas y brutales dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, y a la muerte de este último, la sociedad venezolana, careciendo de organizaciones políticas y sociales, expresó su repudio a los métodos dictatoriales y represivos, saqueando las casas de los más conspicuos funcionarios de la tiranía, y exigiendo al nuevo gobierno libertad de los presos políticos, regreso de los exiliados, y respeto por garantías básicas como la libertad de prensa y el derecho a la organización.
El nuevo gobernante, Eleazar López Contreras, se muestra comprensivo y tolerante frente a la incipiente protesta popular, y da muestras de auspiciar un régimen liberal que ordena la apertura de las cárceles y permite el retorno de los miles de expatriados que ha dejado la dictadura. Igualmente, se autoriza la circulación de diarios y publicaciones, que pronto recogen expresiones políticas renovadas, progresistas y de avanzada, que exigen la disolución del congreso heredado del pasado régimen, la depuración de la administración de elementos represivos, y un auténtico tránsito hacia la democracia. El nuevo presidente, bajo las presiones de los sectores conservadores, y temeroso de que la situación se desborde, promulga un decreto donde se limitan las libertades públicas y se impone la censura de prensa.
La vanguardia de la incipiente organización popular la ejerce la prestigiosa y legendaria Federación de Estudiantes de Venezuela, que ha ganado méritos en 1928 al prender la mecha para repudiar a la tiranía gomecista; al frente de su Comité Ejecutivo, se encuentra Jovito Villalba, consagrado líder y tribuno, cuya larga pasantía por las ergástulas de la dictadura lo ha catapultado como el gran conductor de aquella hora. La Federación de Estudiantes reacciona airada frente a las nuevas medidas represivas tomadas por el gobierno, y el 13 de febrero de 1936 le envía al jefe del estado una comunicación donde lo emplaza a definirse a favor de la democracia y la libertad y a derogar las medidas autoritarias; su texto lo conmina: “usted tiene asumida con la patria una grave responsabilidad que no puede, ni debe eludir, o dictadura o democracia”.
La mañana del 14 de febrero, convocados por la FEV, miles de manifestantes llenan la plaza Bolívar de Caracas, exigiendo la expulsión del gobierno de los elementos gomecistas y la restitución total de las libertades públicas. Desde los balcones de la gobernación de Caracas, los soldados que la custodian abren fuego contra la multitud, causando numerosos muertos y heridos y creando un clima de refriega en todo el centro de Caracas. Lejos de amilanarse frente al desbordamiento represivo, los dirigentes estudiantiles convocan para la misma tarde del 14 de febrero una manifestación que, partiendo de la vieja sede de la Universidad Central de Venezuela en la esquina de San Francisco, se dirigiera a Miraflores a exigir al presidente castigo a los culpables de la represión indiscriminada, y restitución de todas las libertades y garantías ciudadanas.
A las dos de la tarde, más de 50.000 personas en una Caracas que no llegaba a 200.000 habitantes desbordaban los espacios de la concentración, que partió hacia Miraflores encabezada por el bachiller Jovito Villalba y el rector de la Universidad, Francisco Antonio Risquez, quienes, al paso lento que imponía la multitud, recorrieron las cuadras que los separaban de la sede del ejecutivo, donde el presidente López Contreras se encontraba reunido con sus más cercanos colaboradores, temeroso de que aquella multitud pudiera convertirse en movimiento revolucionario que liquidara su neonato gobierno.
Al llegar a Miraflores, una representación de los manifestantes es invitada a pasar al despacho presidencial. Toma la palabra el Br. Jovito Villalba, quien en una de sus más extraordinarias jornadas, plantea con fuerza y contundencia la necesidad de que el gobierno adopte medidas de castigo a los culpables de la represión escenificada en la mañana, que se saque del ejecutivo a los viejos funcionarios gomecistas, que se restituya la libertad de prensa al igual que las demás garantías públicas, y que se fomente un clima propicio al juego democrático. Luego de oír al fogoso líder estudiantil, el presidente de la República se dirige al rector de la Universidad y le pide conocer su opinión; este se pasa las manos por su cabello emblanquecido, y le contesta: “¡Solo lamento que estas canas no me permitan repetir las palabras del bachiller Villalba con su misma fogosidad y elocuencia!”.
Temeroso de la fuerza de aquella multitud, el general López Contreras promete a sus interlocutores el castigo a los involucrados en los hechos de la mañana, la destitución de los más prominentes representantes del antiguo régimen, la incorporación al elenco ministerial de elementos democráticos, la restitución plena de la libertad de prensa, y promover un clima de libertades. El propio presidente de la República confesaría a uno de sus ministros más allegados que ese día le “habían hecho doler la cabeza”. El 14 de febrero ha pasado a ser en la historia venezolana un hito y un icono de lo que el pueblo puede lograr cuando se decide a dejar la pasividad, la resignación y el miedo y a expresarse con toda la fuerza de su legítima rebeldía.
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano
