Opinión

Simón García. Se afirma que asistimos al final de un ciclo

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La afirmación requiere examinar qué signos revelan el inicio de la esperada nueva fase de país y en cuáles ámbitos se aprecian esas mutaciones.

No por seguir el hábito de discrepar de todo, costumbre que dificulta los acuerdos, habría que preguntarse si más bien no estamos en un interregno que amenaza con prolongarse debido a las limitaciones del poder para modificarse y las debilidades de una oposición que siempre busca fragmentarse. Ambas limitaciones conducen a la sociedad a un estado crónico de sobrevivencia.

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La superación de una crisis implica un predominio de ideas, sentimientos, opiniones y conductas movilizadoras. Pero, al menos en la superficie no se ve un desplazamiento evidente de las acciones hacia las soluciones que la gente aspira. Más bien se desparrama la gran decepción que opera como acomodamiento al contexto político dominante y logra que en muchos sectores se filtre la sensación que “como el pasado dejó ya de echar su luz sobre el futuro, la mente del hombre vaga en la oscuridad” (Tocqueville). Descripción de la desesperanza.

Las últimas encuestas reiteran la desconfianza hacia los partidos y los políticos tradicionales. El rechazo registra la influencia del pasado sobre la actualidad. Es el caso de María Corina cuyos planteamientos machacan las mismas seguridades de las lógicas extremistas que dieron pié a una política que fracasó. En la explicable simpatía hacia Benjamín Rausseo se revuelve el retruque contra los agravios y abandonos hacia la gente por parte de la vieja política.

Para verificar la irrupción de un nuevo ciclo político hay que sentir la presencia de una energía colectiva que en distintos niveles demanda y formula una alteración de la mala praxis política.
La sustitución de las pugnas inútiles por relaciones de convivencia y de las exclusiones definitivas por espacios para expresar aspiraciones que no encuentran lugar en el descuadernado sentido común que prevalece en el deshacer de lo político.

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¿Acaso está cambiando el vocabulario de los que ocupan posiciones dirigentes? ¿Existen enfoques novedosos en el discurso público? ¿Hay alguna propuesta para acercar el salario al nivel promedio de América Latina? ¿Alguien tiene un esquema de negocio flexible y eficaz en materia petrolera, petroquímica y gasífera?

Pero hay pequeñas rendijas por donde se cuela el cambio. Hay más intentos de adaptación creativa a la crisis. La gente se está ocupando de su propia economía porque los gobernantes ya no se ocupan de la del país.
Los trabajadores por cuenta propia, que prefieren asumir un riesgo personal que volver a empleos clientelares, son ejemplo de un cambio cultural.

Otro dato estimulante es la cotidiana apuesta de superación que se abre en cada arruinada escuela iluminada por un maestro que se sobrepone a las dificultades para defender su vocación. Son señales de una lucha por otro país que se abre, desde lo social, contra la inercia del gobierno y al margen de la oposición.

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Necesitamos un tanque de porvenir, como lo tuvimos en las décadas pasadas a la mitad del siglo anterior. La conjunción de diversas fuerzas colectivas, más que una figura providencial, unidas por propuestas programáticas, por un modelo alternativo de país y una ruta para intentar alcanzar al siglo XXI.

El Estado ya no puede continuar siendo un freno para el avance institucional, económico y los medios de vida.
El papel de las elecciones del 2024 y del 2025 es favorecer la irrupción de ciudadanos que se hagan responsables de un cambio de ciclo: votar para acercar la transición

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