Opinión
La rebelde monarca que escandalizó a la Europa del siglo XVII

Publicado
12 meses haceon

Cristina reina de Suecia (1626 – 1689) ¿Príncipe o princesa? La rebelde monarca que escandalizó a la Europa del siglo XVII
Edicta Gómez Merchán. – Cristina de Suecia fue una transgresora, protagonizando varios escándalos en su vida, siendo soberana de Suecia entre 1632 y 1654, habiendo heredado el trono a los seis años de edad, cuando su padre murió en una batalla. «Era inteligente, impulsiva, tenía un sentido de humor picante, excelente amazona y le encantaba romper la reglas. Usaba pantalones, una prenda que en esa época solo usaban los hombres, cuya predilección por esta indumentaria masculina y cuya ambigüedad sexual, la acompañaron siempre e incluso cuando nació, los médicos tardaron varias horas en determinar si era varón o niña. «En esa época los reyes estaban desesperados por tener un varón, querían un príncipe», por eso inicialmente anunciaron que era varón. Fue al día siguiente de su alumbramiento, cuando la tía de Cristina se atrevió a contarle a su hermano, el rey Gustavo II Adolfo, que era niña. Si bien su padre la aceptó, su madre María Leonor de Brandeburgo, siempre quedó decepcionada, por lo que fue criada más como un príncipe que como una princesa; aprendió no solo los textos clásicos e idiomas extranjeros sino también a andar a caballo y a practicar esgrima. «Era alguien extremadamente inteligente y muchas personas quedaban impresionadas con ella cuando la conocían».
Ya en su juventud empezaron a correr los rumores sobre su vida amorosa. Se decía que su dama de compañía, la noble sueca Ebba Sparre, no solo era su íntima amiga sino también su amante, algo que se sugiere en varias cartas entre ellas que aún se conservan. «Lo que daba fuerza a todos estos rumores fue el hecho que ella no quería casarse», y que. «realmente no quería tener hijos y esa fue su decisión más importante». «Caminaba como un hombre, se sentaba y cabalgaba como un hombre, no solo se comportaba como un hombre, sino que además era tratada como un hombre, y podía comer y maldecir como el soldado más rudo. Su voz era profunda y áspera, su temperamento caliente; sus sirvientes no eran ajenos a recibir golpes ni contusiones». «Cristina realmente tenía la seguridad de un rey. A pesar de ser mujer, fue coronada como rey de Suecia. No como reina, sino como rey».
No solo era astuta sino también muy culta. Leía muchísimo y tenía un enorme apetito intelectual, que incluía la filosofía y la astronomía. También era una gran amante del arte y fue, una importante mecenas. Este fue el legado más importante que le dejó a su país. «A comienzos del siglo XVII Suecia era de una soledad cultural, pero el reinado de Cristina trajo una renovación en el mundo de las artes y las ciencias». Para cuando Cristina fue coronada, en 1650 se puso fin a la Guerra de los Treinta Años. «Estocolmo ya atraía a algunas de las mentes y talentos más importantes de Europa». Algunos llegaban atraídos por la biblioteca personal de Cristina, que se había convertido en una de las más admiradas del continente. Era muy diestra en los deportes como la equitación, la caza y la esgrima. Uno de los que viajó a Suecia fue el famoso filósofo francés René Descartes, a quien Cristina contrató para que la instruyera. Descartes murió en Estocolmo pocos meses después, y algunos atribuyen su fallecimiento a causa de una neumonía al frío, que pasó dándole clases a Cristina en su castillo. A la vez Cristina se encargó de introducir a su país en la era moderna, al que hizo avanzar la vida cultural, atrayendo a la corte a grandes artistas y pensadores. Sin embargo, sus pasiones eran tan variadas y ella les dedicaba tanto tiempo y energía que fue perdiendo interés en los asuntos de Estado. Además, gastaba muchísimo dinero de las arcas suecas en sus pasatiempos personales.
«Tenía problemas gobernando. Quería ser una soberana, pero no quería ser una gobernante». Pocos años después de su coronación Cristina ya estaba completamente desencantada con su rol como soberana y empezó a planear su escape. Una vez más, fue completamente en contra de lo que se esperaba de ella y trasgredió las normas sociales. En 1654, la Reina presentó al Consejo su deseo de abdicar, por razones que no podía explicar. Se convirtió del luteranismo protestante, la religión oficial de Suecia en ese momento, al catolicismo. Fue una decisión muy controvertida, considerando que acababa de terminar una guerra que desangró a Europa y justamente comenzó como una batalla entre católicos y protestantes. Incluso el padre de Cristina, el rey Gustavo II Adolfo, había perdido la vida luchando por el protestantismo.
Pero su biógrafa explica que la decisión de convertirse fue más una cuestión estratégica que otra cosa: la rebelde reina/rey que tenía apenas 23 años cuando fue coronada, quería mudarse a Roma, la cuna de la Iglesia católica, pero también del arte. En 1654 abdicó, nombrando a su primo Carlos Gustavo como su heredero al trono. El 6 de junio de 1654, en el castillo de Upsala, la reina se despojó de sus insignias reales, y cambiando el protocolo por el cual el heredero debía quitárselas, ella misma se las cedió a su primo, quien la cortejaba y que reinaría con el nombre de Carlos Gustavo X de Suecia. Su viaje a Roma incluyó estadías en varias ciudades europeas católicas, donde fue recibida con grandes festejos. «Alejandro VII acababa de ser elegido como Papa y quería restaurar la imagen de la Iglesia católica, que quedó dañada después de la guerra. Así que realmente quiso sacar provecho de la conversión de Cristina». Cuando ella llegó a Roma, en diciembre 1655, el Papa le comisionó un espectacular carruaje diseñado por el afamado escultor y arquitecto Lorenzo Bernini. Sin embargo, fiel a su estilo rebelde, Cristina eligió llegar hasta la ciudad del Vaticano montando un caballo blanco. Su estadía en Roma comenzó con pura pompa. Incluso se le concedió el uso de un gran palacio, el Palazzo Farnese, y las grandes familias romanas la agasajaron durante meses.
El primo de Cristina se convirtió en Carlos X Gustavo de Suecia
El nuevo rey de Suecia, le cortó los fondos y Cristina se fue quedando sin dinero. Sin fortuna, tuvo que limitar su patrocinio a las artes. A pesar de ello, pudo abrir el primer teatro de ópera público de Roma, llamado el Teatro Tordinona, que por primera vez le dio al público, acceso general a obras, que hasta ese momento solo podían verse en las casas de los ricos. También participó en la fundación de la Academia Arcadia, de corte literaria. Ella viviría unos años en Roma bajo el auspicio del Papa gracias a la pensión que le llegaba de su país, con la que financiaba en ocasiones expediciones arqueológicas, como la que descubrió, a las musas que se encuentran actualmente en el patio del Museo del Prado de Madrid. Pero lo que la terminó convirtiendo en persona non grata en algunos círculos sociales fue una relación íntima que tuvo. Esta vez la controversia no se debió a que era una mujer, sino a que era un cardenal, Decio Azzolino. La relación duró décadas. Cuando murió en 1689, a los 62 años, Cristina le dejó a él todas sus pertenencias. Después de haber pasado más de la mitad de su vida en Roma, la ciudad la despidió con la misma calidez con que la había recibido. Su cuerpo embalsamado, fue exhibido al público durante cuatro días y miles de personas se acercaron para rendirle tributo. Cristina fue una de las solo tres mujeres enterradas en las grutas del Vaticano, una necrópolis que se extiende por debajo de la Basílica de San Pedro. Hoy aún descansa allí, al lado del papa Juan Pablo II. A su muerte, no se cumplió su voluntad de ser enterrada en uno de los lugares más preciosos del mundo el Panteón de Agripa, en Roma, y su cuerpo fue sepultado en San Pedro del Vaticano, que es bonito igual, pero no es lo que ella había pedido.
SIGLOS DESPUÉS SE CONVIRTIÓ EN UN ÍCONO DEL MUNDO GAY
FUENTE
BBC News, Mundo
Biógrafos e Historiadores
Veronica Buckley
Stefano Fogelberg Rota
Therese Sjovoll
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