Por: Eddi Gilberto Rosales Sannazzaro*.- Poco a poco el gobierno le ha dado vida a la idea de que el arribo de una invasión militar extranjera a nuestro país se aproxima. Lo ha hecho con persistencia, aun cuando la sabe improbable. A la idea en referencia, calculadora e inescrupulosa como es, le saca provecho entre sus huestes. Lamentablemente, algunos opositores generalmente influenciados por el extremismo, sin percatarse de que la espera puede ser indefinida, pero además, notoriamente desmovilizados en virtud de que sus acciones destinadas a derrotar a la dictadura no rebasan los límites del teclado que tienen frente a sí, claman por que ella se produzca.
El oficialismo sabe que al sembrar entre los suyos una idea tan peculiar los compacta y los induce a movilizarse en “defensa de la patria”. La creación del enemigo externo imaginario es uno de los elementos integrantes del acervo doctrinario que los regímenes autoritarios han puesto en boga para amalgamar a las masas que le sirven de sustento. Difundida la idea concebida por el pensador alemán Carl Schmitt, el liderazgo oficialista genera entre los suyos una expectación particularmente cruel de cara a un desembarco de submarinos, portaviones, acorazados, fragatas y corbetas que en su carácter de inoculador sabe que no zarparán desde puerto alguno.
El extremismo opositor, por su parte, al auspiciar entre sus seguidores la creencia de que la salvación nacional pende exclusivamente del hecho de que una invasión militar extranjera se materialice, no se percata de que los inmoviliza en torno a una expectativa que no parece racionalmente fundada y a una espera que luce interminable.
¿Qué sentido tiene combatir y volver a las calles si la invasión militar extranjera es inminente? ¿Qué sentido tiene desplegar o hacer esfuerzos por deponer a la dictadura si al invadirnos ella será derrocada? ¿Qué sentido tiene hacerlo si la intervención militar extranjera garantiza el retorno a la democracia? ¿Qué sentido tiene correr riesgos que lucen innecesarios si el problema ha de ser resuelto por otros? ¿Qué sentido tiene propugnar la reconstrucción de las fuerzas opositoras y la necesidad de que unifiquen sus posturas si el asunto, fatalmente, ha de ser resuelto mediante una intervención militar extranjera?
Lo cierto es que entre la espera de un acontecimiento que se presenta ante nuestros ojos como fortuito por ser futuro e incierto, por una parte, y la desmovilización de quienes dan por descontado el desembarco de las tropas salvadoras, por la otra, existe una relación causal inocultable e indisoluble. La inoculación de la idea y la expectante espera constituyen la causa; el efecto inmediato está constituido por la desmovilización; el mediato no es otro que el del afianzamiento del régimen al amparo de la pasividad de quienes lo adversan.
Nadie puede aseverar, fundadamente, que algún gobierno extranjero o alguna coalición internacional han decidido invadir a nuestro país o estudian la posibilidad de hacerlo. Ningún gobierno extranjero ha emitido señales que permitan afirmar, con seriedad, que se avizora una intervención militar en Venezuela. Nadie ha reportado el despliegue de movimientos sospechosos al respecto. Hasta el día de hoy no ha sido emitida declaración alguna cuya beligerancia permita inferirlo.
Los gobiernos del orbe y los entes que se han pronunciado sobre la situación interna en nuestro país han desestimado, expresamente y por el contrario, esa vía. Lo relacionado con una intervención militar de envergadura se estudia, se discute, se aprueba, se prepara y se ejecuta. Nada de eso ha ocurrido. LOS INVASORES NO HAN ZARPADO Y TODO INDICA QUE NO LO HARÁN.
Eddi Gilberto Rosales Sannazzaro*
Fiscal emérito del Ministerio Público de Venezuela
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